EPILOGO  

                 Mi vida como la de cualquier otro, supongo, ha estado llena de experiencias y conocimientos, triunfos y fracasos, alegrías y tristezas, etc., que valoramos de acuerdo al grado de esfuerzo, trabajo y dedicación que le hayamos dedicado a las actividades que producen esos resultados. En última instancia, será la historia la que cuantitativa y calificativamente se encargue de asignarle el valor correspondiente, basado en el grado de beneficio que haya rendido a otros, a un nivel individual o comunal, sin importar si a un nivel personal hayan podido resultarnos de beneficio o perjuicio. Por lo tanto no voy a tratar de valorizar mi vida, sino exponerla en la medida necesaria, para ilustrar las circunstancias que me llevaron a la culminación del trabajo que aquí expongo.

                 Me he caracterizado por aceptar retos y confrontarlos, con timidez pero no miedo; con interés y dedicación; siempre reconociendo mis limitaciones y también mis habilidades. Esta ha sido la inversión que me ha proporcionado cosechar grandes dividendos en el ámbito cultural, y riqueza en el campo de las experiencias.

                 La mayor parte de mi “inversión” ha sido en el campo de la investigación, por la que siempre me he sentido inclinado, principalmente en las ramas de historia y ciencia. Mi primer reto en estos campos, fue competir en un concurso de historia, en mis años de educación primaria superior, donde obtuve el primer lugar. En los años futuros, aunque más nunca intervine en competencias de este tipo, la observación y el análisis, siempre estuvieron presentes, y mi interés en temas más profundos fueron abriéndose paso, sin considerar si mis conocimientos educacionales estaban al nivel supuestamente requeridos para tratar esos temas. Quizá ya en aquellos años intuía lo que más tarde aprendí al tomar la materia de Didáctica; que el saber no es conocer de memoria las cosas, es entenderlas. Y eso es lo que aplica en este caso. “Si me preguntas si lo sé, te diré que no lo sé. Pero si no preguntas si lo sé, te diré que si lo sé, porque lo entiendo”. Esta fue otra frase que aprendí en Didáctica, que me la he grabado y usado como mi escudo de batalla para defender mis causas, con el valor y la pasión que engendra el “entender”. Como el famoso Don Quijote de la Mancha, en su guerra contra los molinos de viento, yo me considero quijotesco, luchando con los molinos de viento actuales.

                 Entrando de lleno en lo que se refiere a este trabajo, diría que desde niño siempre tuve una inquietud por “entender” el origen del hombre, su espiritualidad y sexualidad, cada una de ellas en etapas diferentes de mi vida. En particular sentía un gran interés por la historia de las antiguas civilizaciones y particularmente las indias (con gran respeto por esta palabra) y la egipcia. Con el tiempo se fueron definiendo otros intereses: en lo cultural los griegos y en lo espiritual o religioso, la cristiandad.

                 Mi desarrollo profesional tuvo lugar en el campo de la Contabilidad, pero siempre en el área de la investigación. La mayor parte de mi carrera se desenvolvió en la industria bancaria en el área de crédito. Durante un periodo de diez años incursioné en la industria turística, que fue uno de los períodos más ricos en conocimientos, debido a la oportunidad de viajar y visitar una gran parte del mundo; entrar en contacto con sus habitantes y valores culturales y humanos,  comprender la universalidad de la raza humana, no las razas de acuerdo a la pigmentación de la piel; recibir enseñanzas de tipo filosófico como “la ley de la vulnerabilidad”, la influencia negativa de aplicar el concepto de diferencia de edades y el de estereotipos,  la diferencia entre liberal y conservador vs libre y consciente,  y de la sabiduría sin necesidad de tenerse una educación escolar elevada. En lo espiritual o religioso: entrar en contacto con otras ideas y religiones y poder sentir los beneficios que cada una de ellas pueden contribuir a nuestro desarrollo y crecimiento espiritual. En cuanto a sexo: lo erróneo de aplicar calificaciones a la actividad sexual, basadas en orientación o práctica, cuando en el aspecto humano solo existe la sexualidad;  la diferencia entre sexo genital, provocado por la necesidad reproductora para la conservación de la especie y sexo provocado por el envolvimiento emocional, derivado del amor, en su apropiada manifestación; y comprobar la idea filosófica de Ouspensky que “la relación sexual se produce no por la atracción de los sexos, sino por la atracción de los tipos[1].