EPILOGO (3) 

                 Estos dos acontecimientos cambiaron el curso de mi vida. A partir de ese momento comienzo a investigar todo lo relacionado con la Biología Genética muy en boga en aquellos años, por los descubrimientos de carácter genético que resultaban altamente prometedores para la salud, tanto en el aspecto preventivo como curativo, que hoy en día son una realidad en muchas fases. Comienzo a documentarme sobre la genética y llego al “entendimiento”, que los estudios están basados en un concepto de “pirámide invertida”, o sea, que sí está bien ir conociendo el comportamiento genético, pero que dada la enorme cantidad de genes que componen el ser humano (tres mil millones de genes distribuidos en 23 pares de cromosomas y situados en el núcleo de la célula), la tarea tardará muchos años en dar frutos. Que la fuente está en descifrar el DNA, a lo que me refiero en el Capitulo II. Cabe señalar que en esos primeros años de mi interés, desconocía totalmente a Ouspensky y a Gurdjieff  y sus enseñanzas, con las que no entro en contacto, de manera casual, hasta el año 1981, o sea, mis ideas originales no pueden estar influenciadas por ellos.

                 No estaba equivocado, ya que hasta recientemente, pasados mas de  25 años, no se ha podido completar un “mapa” de todo el código genético, que la comunidad científica sabe que ha sido logrado, pero aún no ha sido dado a la publicidad (en la fecha de estar redactando este epílogo, Febrero 29, 2000, el presidente norteamericano William Clinton declara que dentro de dos meses el genoma humano será completamente decodificado y en esa fecha será anunciado). Durante ese tiempo de investigación, se han hecho adelantos en el tratamiento del cáncer y reducido su mortalidad, pero también surgió una nueva enfermedad, el SIDA (HIV), que ya ha causado millones de muertes y que debido a su largo periodo incubatorio sin producir síntomas detectables, se ha propagado extensamente. Aunque igualmente se han hecho grandes progresos, como su identificación al principio del  período incubatorio y lograrse algunos medicamentos que controlan o retardan los efectos letales secundarios de la enfermedad, no se ha podido desarrollar una vacuna que lo prevenga o algún medicamento que proporcione la cura. Aparentemente, según opinión de los científicos, todavía está lejano el día en que eso se produzca.

                 Aun no se tiene un completo conocimiento de la formación del DNA, aunque sí se sabe su funcionamiento. Hemos ido adquiriendo conocimientos de una forma ascendente pero aún no ha podido ser descifrado plenamente este “mecanismo” en forma descendente, o sea, la composición del DNA,  que es la que determina la formación de los genes, su desarrollo, sus mutaciones “normales” y sus actividades degenerativas, que son las causantes de una infinidad de enfermedades o defectos fisiológicos o anatómicos. Sobre eso es lo que me propongo opinar, aunque parezca “quijotesco”, pero armado del escudo del “entendimiento”. En eso, Darwin y yo tenemos algo en común.

                 Estas inquietudes y al estar más adentrado en el tema,  me llevan a comentar en el año 1983 con el Dr. Jorge Rivera Fernández, médico de la familia, muy superficial y tímidamente, mis ideas, no rebatiéndomelas o criticándomelas, sino todo lo contrario, estimulándome a seguir en  ese camino, ya que opinaba era el futuro de la medicina moderna. Tengo una gran admiración y respeto por el Dr. Rivera Fernández (q.e.p.d.) por su gran amor y dedicación a la medicina y por su trato amable, servicial y de una sencillez exquisita. Cuan acertado estaba en su observación, igual que siempre lo estuvo en el diagnóstico y los procedimientos recomendados y medicamentos prescritos a los miembros de mi familia.