Los Olmecas (11)  

              Otro punto de interrogación se relaciona con el origen de los materiales utilizados. Ni siquiera las arcillas de diversos colores se encuentran en La Venta. Las piedras volcánicas casi no pueden provenir más que de las montañas de los Tuxtla. Al parecer, del Cerro Cintepec se  transportó el basalto. En cuanto a la serpentina y a las piedras duras (jadeita, nefrita) no sabemos de donde fueron llevadas a La Venta;  los yacimientos más cercanos podrían reencontrarse en las montañas de Oaxaca, o más lejos, en la cuenca del río Balsas. Resulta pasmoso que los Olmecas de La Venta hayan consagrado tanta energía a buscar, extraer del suelo, transportar sobre largas distancias, dar forma y por último enterrar tan enormes cantidades de piedras pesadas.

                 Por encima de la capa de arcilla que recubría la máscara de jaguar de la plataforma del sudeste, una ofrenda de pequeños objetos fue dispuesta en forma de cruz. Se componía de veinte pequeñas hachas pulidas, de jade y serpentina y un espejo cóncavo de hematita. Siete de tales espejos, en total, se han descubierto en La Venta. Fueron tallados en hematita, magnetita o ilmenita; un especialista, J. E. Gullberg, ha podido decir: “nos es imposible reconstruir la técnica utilizada para fabricar esos espejos cóncavos...tienen una gracia, una dignidad y una perfección que dificulta considerarlos tan solo como objetos ornamentales. La cara cóncava ha sido ejecutada con un cuidado que parece superar las normas de los lapidarios mas consumados.” ¿Cual pudo ser el uso dado a esos espejos? Todos, salvo uno, muestran perforaciones que parecen indicar que acaso se llevaran suspendidos de un collar. De hecho, una figurilla de La Venta lleva un espejo en miniatura como pectoral. Los experimentos han mostrado que esos espejos podían centrar los rayos del sol para encender fuego. Quizá los sacerdotes Olmecas llevaban aquellos espejos sobre el pecho y se servían de ellos para encender el fuego sagrado, especialmente para incendiar la selva, primer acto de la cultura del maíz.

                 Diecinueve ofrendas de pequeños objetos han sido descubiertas en “escondrijos” en diversos puntos del conjunto ceremonial, al norte de la seudopirámide. Así pues, los Olmecas fueron los iniciadores de una práctica que se encontraría después en Mesoamérica, especialmente entre los mayas clásicos: la de enterrar objetos preciosos en la proximidad de los monumentos, al pie de los muros, bajo las escaleras, etc. En La Venta, estas ofrendas se componen de diversas categorías. El número de objetos contenidos en esos escondrijos es a menudo considerable. Pero más que el número de los objetos, es su extraordinaria calidad artística lo que retiene la atención y provoca la admiración.

                 Sobre todo la Ofrenda 4 puede considerarse como uno de los descubrimientos más extraordinarios jamás hechos en La Venta. Inmediatamente al oeste de la plataforma situada al noreste del patio ceremonial, a la altura del centro de esta plataforma, un extraño tesoro yacía enterrado a unos 60 centímetros de profundidad, en un escondite de 51 por 35.6 centímetros. En esta cavidad se hallaban, de pie, en el suelo arenoso, dieciséis figurillas de un maravilloso acabado, dos de ellas de jade, trece de serpentina y una de piedra volcánica rojiza. Esta última estaba adosada a una hilera de seis columnillas de jade plantadas verticalmente en el fondo del escondite. Las otras quince figurillas se hallaban frente a ella, dispuestas en semicírculo.