Los Olmecas (12)  

                  Todas las figurillas son del más puro estilo Olmeca. Representan personas -sin indicación de sexo- de pie, con las piernas ligeramente flexionadas. Su cabeza voluminosa en relación al cuerpo, fue visiblemente deformada por ligaduras del cráneo durante la infancia. Son calvos e imberbes; tienen los ojos oblicuos, la boca de labios espesos y comisuras estiradas hacia abajo, según la convención Olmeca. Las columnillas de jade muestran rastros de dibujos grabados; es posible que fueran hechos cortando una placa de jade con incisiones anteriores. Las propias figurillas probablemente fueron cinceladas bastante tiempo antes de ser depositadas en el escondrijo: muestran roturas, algunas han perdido un pie o parte de un brazo. Así pues, los que realizaron esta ofrenda reunieron objetos de fabricación anterior.

                 La cavidad que contenía este conjunto fue rellenada de arena y después disimulada bajo varias capas de arcilla de color naranja, rosado, blanco y amarillo. Pero después -nadie pudo decir cuando-, alguien -nadie puede decir quien-, perforó  un agujero vertical situado exactamente por el centro del escondite, a través de las capas de arcilla. Este agujero, habiendo permitido verificar sin duda que la ofrenda seguía allí, fue tapado; los restos de las capas superiores que se observan en el relleno de este “pozo de control” muestran claramente lo ocurrido. Se puede concluir que los Olmecas poseían planos o esquemas precisos gracias a los cuáles podían localizar exactamente los escondrijos de esta calidad.

                                Pero, ¿que significa la escena representada por la ofrenda? El tipo físico de los personajes, sus cráneos deformados, sus aretes, indican que se trata de dignatarios, religiosos o no; rodean y parecen escuchar atentamente al único que no está representado por una figurilla de jade o de serpentina. ¿Se trata de conmemorar un consejo en el curso del cual se tomaron decisiones muy importantes?. O bien ese grupo de nobles o de sacerdotes, ¿esta celebrando un rito ante las columnata en miniatura formada por las piezas de jade verticales. Acaso no sea inútil observar que esos personajes no llevan en las manos ningún objeto, no sostienen en brazos a ningún niño, no blandean ninguna arma, en lo cual se distinguen de numerosas esculturas Olmecas. Esta comprobación parece mas favorable a la tesis del “consejo” que al del “rito”.

                 Las estatuillas de esta ofrenda fueron embadurnadas con un pigmento de color rojo vivo. La misma costumbre se ha observado en lo que concierne a las sepulturas. La Tumba A, al norte de la pirámide, es excepcional por haber sido construida con columnas de basalto y después recubierta de un túmulo y porque contiene, asimismo, algunas osamentas, lo que es rarísimo en La Venta. Dos personas muy jóvenes, quizás niños, fueron sepultadas allí bajo una capa de ocre rojo. Al enterrarlos, se depositó al lado de sus cuerpos un rico mobiliario fúnebre: figurillas, entre ellas un personaje femenino que lleva un pequeño espejo de hematita sobre el pecho, aretes, dos manos de jade, dos discos de obsidiana, un espejo cóncavo de magnetita, un pendiente de jade en forma de concha.

                 Más al sur se descubrió un sarcófago de 2.81 metros de longitud que prácticamente no contenía vestigios humanos, pero cuyas paredes fueron embadurnadas con ocre rojo. Uno de los extremos de este gran cofre de piedra está esculpido con un espléndido bajorrelieve: es el rostro del dios-felino, con sus pestañas en forma de llamas, la nariz ancha y corta, el labio superior protuberante y arqueado, dos colmillos curvos. La lengua bífida no evoca el jaguar, sino la serpiente. Unos aretes y una figurilla de serpentina, en el interior del sarcófago, acompañan al difunto.