Los Olmecas (14)  

                 ¿Habrá que incluir en las estelas el Monumento 13, bloque cónico de basalto cuya parte esculpida, casi circular, mide 0.80 metros de diámetro? Pese a su forma general, el bajorrelieve esta emparentado con el arte de las estelas. Contra la opinión de Beatriz de la Fuente, yo (Soustelle) considero Olmeca este monumento. El rostro, barbudo, no carece de analogía con el del Luchador de Uxpanapa. El personaje está representado de perfil, en la actitud de un hombre que camina. Lleva en la mano izquierda un objeto en forma de paleta o de pabellón. Está tocado con un voluminoso turbante, que se prolonga hacia atrás en una especie de bufanda flotante. Lleva  un collar, un ornamento de nariz, un taparrabos y sandalias adornadas con cintas y  plumas. Pero el rasgo más importante de esta escultura es que el Embajador (como a veces se ha llamado al personaje) esta rodeado de cuatro caracteres o glifos que parecen formar parte de un sistema de escritura. A la izquierda hay un glifo que representa claramente la huella de un pie. Si se nos autoriza a comparar este bajorrelieve con los códices mixtecas o aztecas, el sentido de ese signo es: caminar, marchar”, lo que corresponde perfectamente a la actitud del personaje. A la derecha, otros tres signos sobrepuestos están por desgracia casi borrados. El segundo de arriba abajo podría representar una flor, el tercero una cabeza de pájaro, de pico ganchudo, vista de perfil.

                 El problema de la escritura Olmeca será evocado más adelante. Baste con recordar aquí que al menos otro monumento de La Venta, el número 15, considerado sin vacilación como Olmeca, lleva un glifo.Y es un hecho que el Embajador y el monumento 15 fueron descubiertos, uno y otro, en 1943, por Stirling en el mismo sector (Complejo A) del sitio de La Venta.

                 Cuatro cabezas colosales (monumentos 1 al  4) provenientes de La Venta, se encuentran actualmente en el Museo de Villahermosa. Son enormes monolitos de basalto de 11 a 24 toneladas de peso; tres de ellos (los 2, 3 y 4) estaban alineados según un eje oeste-este al norte del patio ceremonial, mientras que en el Monumento 1, es decir la cabeza descubierta por Blom y La Farge en 1925, se encontraba al sur de la “pirámide”. Dos características de esas esculturas se imponen a la observación: en primer lugar, no se trata de seres más o menos míticos, dotados de rasgos felinos o enmascarados, sino de estatuas realistas; en segundo lugar, esas cabezas son, a la vez, muy semejantes unas a otras y muy individualizadas. Sus similitudes son evidentes y saltan a la vista: mismos rostros anchos con mejillas llenas, misma protuberancia carnosa en el arranque de la nariz, mismos ojos de almendra. La nariz es maciza, los labios carnosos, la boca generalmente arqueada, con las comisuras de los labios estiradas hacia abajo. Estas cabezas están tocadas de cascos que a menudo se han comparado a los de jugadores de fútbol americano. Las proporciones generales son idénticas y es muy probable que las dimensiones respectivas del casco y del rostro de los diferentes rasgos correspondan a un verdadero “canon” único, lo que nos mueve a pensar que esos monumentos fueron esculpidos en el curso de un periodo relativamente breve, del orden de dos siglos.[10]

                 Si la isla de La Venta se distingue por el número y la calidad de las esculturas y cinceladuras, la cerámica, en cambio, escasea allí. Esto está evidentemente ligado a la naturaleza misma del sitio, lugar de culto y centro de mando, pero donde solo debía residir un número pequeño de personas, una elite religiosa y administrativa o militar. La población, que aportaba mano de obra y alimentación, su fuerza muscular, su técnica y sus cosechas, debía de estar dispersa por una extensa superficie en torno de la isla, pero sometida a una autoridad -quizá fundada en el respeto inspirado por los dioses- que mantuvo su propia estabilidad y cohesión de la sociedad autóctona durante seis o siete siglos (de 1100 a 400 a.C.).