Los Olmecas (7)  

                   Sea ello lo que fuere, la selva había reconquistado el sitio abandonado cuando, hacia 600 a.C., otros Olmecas, -acaso llegados de La Venta- lo recuperaron durante tres siglos. Esta fase reciente de San Lorenzo, llamada “Palangana”, llegó a su fin hacia 300 a.C. y solo hacia 900 d. C. fue repoblada la zona... pero hacía ya más de mil años la civilización Olmeca se había extinguido.

                 Desde el Vejón al norte, hasta La Venta, al sudeste, la región que a menudo se ha definido como el “corazón” de esta civilización y que Ignacio Bernal llama la “zona metropolitana” Olmeca, se extiende aproximadamente sobre 18 mil kilómetros cuadrados. Con excepción de las montañas volcánicas de los Tuxtla, cuya altitud media es del orden de los 600 metros, toda esta región no sobrepasa los 100 metros por encima del nivel del mar. Es una vasta llanura de aluvión, que recorren los ríos Papaloapan, Coatzacoalcos y Tonalá, así como numerosos afluentes. Por doquier, lagunas y pantanos. Alfonso Caso comparó esta región con la Mesopotania. En ninguna otra parte de Mesoamérica ha podido la agricultura beneficiarse de tales riquezas de agua, pues a la de los ríos hay que añadir la lluvia abundante en dos temporadas (junio-noviembre , enero y febrero). La tierra, a lo largo de los ríos, es fecundada por las inundaciones. Cierto, la vegetación es tan densa y se recupera tan rápidamente que impone a los agricultores un constante esfuerzo de desmonte con herramientas -de piedra  en la Antigüedad- y fuego. Pero, en general, los Olmecas dispusieron allí de tierras particularmente fértiles, que se prestaban a una agricultura sin abono.

                 La selva abunda aún hoy, y abundaba seguramente en la Antigüedad en piezas de caza de todos géneros: ciervos, tapires, jabalíes, monos, faisanes, iguanas. Es probable que los Olmecas poseyeran perros y pavos, animales muy antiguamente domesticados en América, pero la destrucción de todas las osamentas humanas o animales, por la humedad y la acidez del suelo, nos impide tener certidumbre. Sobre todo el mar, los lagos y los ríos les aportaban un abasto inagotable de peces, crustáceos, tortugas, conchas: alimentos ricos en proteínas y que completaban felizmente la alimentación vegetal.

                 En suma, los habitantes de esta región pudieron disponer de una alimentación rica y diversificada; por tanto de recursos de energía que no poseían ni sus predecesores antes de la agricultura, ni los cultivadores de las tierras semiáridas. La civilización Olmeca, sin duda fue posible -con el enorme despliegue de labor física que exigía- por la convergencia de dos modos de subsistencia, la agricultura del maíz inventada en la Tierra Fría, en la Meseta o en los altos valles como el de Tehuacán y un complejo de pesca-caza-recolección de las Tierras Calientes, al borde del mar y a lo largo de los ríos. Trasplantado al país Olmeca, el maíz aún débil de las tierras altas encontró suelos fértiles, agua y calor. El hombre pudo, por primera vez (¿dos mil años antes de nuestra era?) acumular los beneficios de dos tecnologías distintas. Esto no significa, evidentemente, que este encuentro de la agricultura y de los modos de vida preagrícolas pueda considerarse como la causa de la civilización Olmeca y que fuera su origen. Pero que semejante conjunto de recursos energéticos constituyó una condición de este origen, es algo que puede darse por cierto. No por azar, el Petén, tan análogo al sur de Veracruz, con su selva húmeda y tórrida, vio nacer la civilización maya.[8]

                 Hoy los Olmecas han quedado situados en el tiempo como el primer pueblo civilizado de Mesoamérica. Fueron los primeros en construir vastos centros ceremoniales, en esculpir bajorrelieves y estatuas en altorrelieve, en asociar monolitos horizontales o “altares” con estelas, en cincelar piedras duras. Inventaron símbolos que permanecieron en uso hasta la conquista española, más de dos milenios después de ellos y probablemente una escritura y un calendario perfeccionado. Su civilización irradió de Veracruz a Michoacán, de Guerrero a Costa Rica. “Ya no es necesario decir que los Olmecas son enigmáticos o misteriosos. Sin embargo, queda por resolver un misterio fundamental: ¿Quienes eran los Olmecas y de donde provenían?” Esta frase de Matthew Stirling resume el estado actual de nuestros conocimientos. ¿Quienes eran los Olmecas? Y, ante todo, ¿como era su apariencia física? ¿Nos es posible asignarles una etnia determinada?”.