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EL ORIGEN DE LAS
ESPECIES (3)
En
1859, cuando Darwin escribió Origen, el área de ignorancia biológica
era bastante grande. Nada se conocía de los mecanismos de fertilización,
hereditarios y variación, ni de diferenciación embriónica; el estudio
científico de la conducta de los animales, biogeografía y ecología habían
escasamente comenzado; ninguna buena serie paleontológica, como la de la
evolución de los caballos y los elefantes, habían sido descubiertas, ni
tampoco ningún fósil conteniendo la descendencia del hombre; además, la
tiempo-escala admitida por los geólogos y físicos era inadecuada. No
obstante todo esto, Darwin dio en su libro un extraordinario y bien
elaborado escenario del proceso evolutivo y le dio seguimiento a las
implicaciones de la selección natural de una manera asombrosa. El
dedujo que la selección natural debía inevitablemente tener por
consecuencia la mejora de los organismos, la cual siempre era en
relación con las condiciones de vida. Esto, aunque él no lo reclamó
como tal, fue de hecho otra ley biológica universal, cubriendo
detallada adaptación a circunstancias particulares (como el parecido de
insectos a hojas), especializaciones para un particular modo de vida (como
la de los caballos de carrera y los de pasto), adelantos en eficiencia de
funciones mayores (como vuelo, visión o coordinación de comportamiento).
El
también dedujo la inestabilidad de la divergencia o diversificación -el
hecho que cualquier exitoso tipo inevitablemente diverge en dos o más
diversos tipos, cada uno adaptado de alguna manera a un diferente hábitat
o nicho, o forma de vida-. El también señaló que la diversificación en
sí misma es una ventaja biológica, puesto que permite a un área
determinada soportar grandes grupos de materia viva y en general hace
posible por vida explotar los recursos del entorno más ampliamente. Así
que las formas unicelulares, a través del mero hecho de su pequeño tamaño
y rápida reproducción, llenan un cierto nicho natural más exitosamente
que más grandes criaturas multicelulares pueden hacerlo.
Darwin anticipó la moderna genética
evolutiva, deduciendo que grandes especies (con una abundancia de miembros
individuales, conteniendo muchas especies), serían más variables que las
más pequeñas y que es más probable produzcan nuevas especies en el
curso de su evolución.
En
el Origen él ligeramente destaca su teoría de la selección
sexual, la cuál, más tarde en 1871, desarrolló extensamente en su
libro The descent of man (La descendencia del hombre) . El
se refirió a selección sexual como un mecanismo subsidiario
de la evolución, necesario para dar cuenta del desarrollo del carácter
sexual secundario del hombre, notablemente armas como las astas del
venado o las exageradas plumas y las llamativas exhibiciones de muchos pájaros
machos. Aunque esta teoría ha sido duramente atacada (a menudo por
aquellos que no tienen un adecuado conocimiento de los hechos),
dice
Huxley,
ha tenido que ser modificada en varios apartados, ella provee otro
ejemplo de la originalidad de Darwin y su clara percepción.
El correctamente dedujo que tales características, aunque
irrelevantes en la lucha general por la existencia o en competencia con
otras especies, serían una ventaja en lo que él llamó la lucha por
la reproducción que debe existir entre diferentemente dotados
miembros del género masculino. La selección aquí es sexual, o como
“la moderna formulación más correctamente lo sitúa, intra-sexual
-entre miembros del mismo sexo-.”.
Es
sin lugar a dudas el mejor ejemplo de
selección intra-específica, el resultado de competencia entre
miembros de la misma especie y las resultantes características, (por
ejemplo las fantásticamente exageradas alas de los faisanes Argus) pueden
ser una desventaja en la lucha por la existencia.
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