Los Olmecas (21)  

                 En todos esos capítulos, hay un inmenso historial de la cultura Olmeca, pero lamentablemente, no es posible en este trabajo comentarlos todos. Creo que nada mejor para cerrar este capítulo de mi exposición, citar los últimos párrafos de Soustelle, que creo son muy apropiados como introducción de mi siguiente capítulo, donde expondré mis teorías acerca del origen de los Olmecas y trataré de arrojar luz sobre algunas de las muchas incógnitas que esa gran civilización dejó plasmada en piedras y que constituyen su historia:

                 “La clave de no pocos enigmas permanece enterrada en zonas tropicales cubiertas de bosques y de arbustos, en los Estados de Veracruz y de Tabasco.

                 La búsqueda apasionante del pasado humano en esta región de México, aún dará, sin duda, resultados que conducirán a síntesis nuevas. Así, la que presenta este libro debe ser considerada como provisional.

                 Acaso unos descubrimientos que aún no podemos sospechar obligarán a los arqueólogos a modificar profundamente las concepciones hoy admitidas (énfasis agregado por mi). Lo que es seguro es que aquel pueblo, todavía ayer desconocido para nosotros, fue el creador de una gran civilización, rica en invenciones originales que marcaron toda esta parte del mundo durante los tres mil años siguientes. Por él empieza el suntuoso cortejo que, de siglo en siglo y hasta la irrupción de los europeos, animó las ciudades de la antigüedad mexicana. La herencia Olmeca se perpetuó hasta la caída de Tenochtitlán en el espíritu y en el arte de los autóctonos, y aún, cierta parte, hoy entre los indios, cuyo presente está impregnado de pasado.

                 La conmovedora continuidad del  México indígena a través de los trastornos a menudo sangrientos de su historia y la huella indeleble que su naturaleza profunda conserva a pesar de los cambios de la era moderna, dan todo su valor a la investigación que efectúan los arqueólogos para remontarse hasta las fuentes más antiguas de la civilización autóctona. Con los Olmecas, captamos al paso la mutación decisiva que hizo de México y de Mesoamérica una zona de alta presión cultural: en efecto, franquearon el umbral misterioso al que otros pueblos indios se acercaron, pero sin poder traspasarlo. El México precortesiano no habría sido lo que fue -y aun el México del siglo XX no sería lo que es- si esos hombres de antaño no hubiesen empezado a erigir sus estelas y a esculpir sus bajorrelieves en las profundidades de las selvas tórridas, hace más de tres mil años.”[16]