EPILOGO (8)
Al fin había llegado el “D Day”, el día tan esperado, el día
de convivir con la gente de una comunidad de origen maya. Y me llegó de
una manera que yo no había planeado. Cuando comencé el curso, sabía el
concepto de la materia, pero no me imaginaba que me requeriría hacer lo
que yo tanto deseaba hacer. En el campo educacional y profesional, creo
que ha sido la más excitante de todos mis experiencias. Mi informe fue
mucho más allá de eso, por propia voluntad. Fue una completa etnografía,
desde la fundación de la comunidad, con copia de documentos originales de
su constitución; su composición social, historias narradas por el nieto de uno de los tres primeros
colonizadores, estudio de su economía comunal y familiar y la salud,
punto focal de la investigación, como una consecuencia de la economía
comunal y familiar.
Aprovechando la información de un censo comunal efectuado solo dos
años antes, la no existente emigración, mínima inmigración, y datos
sobre la natalidad y mortalidad en los dos años siguientes al censo, me
fue posible obtener adicionalmente, unas proyecciones de crecimiento
demográfico, y sus efectos sobre las ya precarias condiciones de la
economía familiar y la salud de sus habitantes. La metodología funcionó
en un 90%. El informe para mi fue como la presentación de una tesis, que
me tocó exponer y discutir año y medio más tarde, al termino de la
materia de Didáctica. Lo que un día consideré como “la imposibilidad
de lo posible”, se había transformado en “la posibilidad de lo
imposible”.
Mi idea original había sido asistir un semestre a la Universidad y
continuar con mis planes de aprender a través de la tradición oral, y de
observaciones y experiencias directas en el campo. La investigación de
San Cosme me había proporcionado eso y más. Mis relaciones en la
Facultad con compañeros y maestros eran muy satisfactoria, la ciudad me
recordaba las de mi patria natal; el grado de familiaridad que existía
con alguno de mis compañeros, me hicieron decidir quedarme para el próximo
semestre, para lo cual ya tenia la aprobación del Secretario Académico.
En ese semestre, entre las asignaturas que matriculé, se encontraba
“Taller etnográfico del área maya”. El tema era libre, no requería
una metodología determinada, y se desarrollaba con más flexibilidad en
cuanto a tiempo. En mis estudios de la civilización Maya, había conocido
de la existencia de una civilización anterior a la maya, la Olmeca, que
en un momento en el tiempo estuvieron sobrepuestas, pero que no era una
descendiente de la otra, aunque sí los estudios demostraban que la Olmeca
había tenido influencia en la cultura maya, como sucede con el calendario
maya, por citar un ejemplo. Muy pocos se han dedicado a la investigación de la civilización Olmeca, y ello, en épocas muy recientes, por lo que no se cuenta con una información amplia. Por temperamento, no me gusta avanzar en algo, dejando una incógnita sobre algo anterior con lo que está relacionado, aunque resulte pequeño. En contabilidad, el resultado debe ser exacto. Una diferencia insignificante de un centavo, puede resultar la consecuencia de uno o más errores de proporciones mayores, que se detectarían al investigar para encontrar el error de un centavo. Con ese criterio, decidí hacer mi investigación requerida por la asignatura, sobre la civilización Olmeca. Empecé a buscar bibliografía y fue como abrir la “caja de pandora”. Lo desconocido lo hacía más interesante para la investigación, tomando en consideración que lo conocido demostraba que había sido una civilización con un altísimo grado de cultura, como lo demuestra su arte, de una pureza extraordinaria. A esto hay que agregar que no existen antecedentes antropológicos de sus habitantes ni vestigios que indiquen su composición y estructura social. Solo una cultura labrada en piedra de donde deducir su pasado. |