EPILOGO (9)
Quizás, por estar acostumbrado a los retos, en esta ocasión, en
lugar de aceptarlo, yo fui el que originó el reto. En los primeros días
de Junio de 1995, fecha
estipulada por el curso, me fui a Villahermosa, en el Estado de Tabasco,
donde está el Museo de la Venta, dedicado exclusivamente a la civilización
Olmeca, que se complementa con una colección de piezas arqueológicas en el Museo Regional de
Antropología de aquella ciudad. En un período de dos semanas, obtengo
una amplia información bibliográfica y tengo tiempo para estudiar
detenidamente algunas de sus reliquias arqueológicas. Quedo tan
impresionado con los resultados de mis observaciones y análisis de la
información bibliográfica, que decido volver por cuenta propia. Tomando
vacaciones solamente durante el mes de Julio, regreso a Villahermosa,
donde paso casi todo el mes de Agosto. Ya había decidido y tenía la
aprobación, para continuar mis estudios en la UADY por un segundo año, o
sea, el curso 1995-96.
En ese año aunque las asignaturas que tomo están relacionadas con
la Arqueología y la Lingüística, no puedo substraerme del tema de la
civilización Olmeca y continúo ampliando mis conocimientos sobre ella.
Observaciones y otros conocimientos adquiridos ajenos a la Antropología,
empiezan a relacionarse, unos corren paralelos, otros se cruzan, otros lo
influencian, y al final, todos se interconectan, y forman una red, en la
cuál unos sustentan a los otros. Se empiezan a crear las primeras teorías
y a someterlas a prueba, lo que me lleva a este momento.
Esas teorías son las que trato de explicar en este trabajo. Por
eso es necesario hacer un recorrido tan atrás en el tiempo, para poder
comprender la interconexión de las variables.
Igual que lo que parecía la “imposibilidad de lo posible” que
se convirtió en la “posibilidad de lo imposible”,
mis teorías o hipótesis, para algunos resultarán “muy fantásticas
para ser reales, pero ... son muy
reales para ser una fantasía”.
Yo sólo le pido a los que lean este trabajo, y en particular a la
comunidad científica, que no
se apresuren en juzgar o negar. Que habrán su mente a la “posibilidad
de lo imposible”. Que lo estudien con el más estricto rigor crítico y
científico, pero que lo lean y mediten sobre lo que expongo. Quizá todo
o algo no está bien claro. Seguro que aquí no encontraran toda la
verdad, porque nunca la verdad es absoluta; nada es estático, todo cambia y se transforma, y lo que
puede un día ser la verdad, con el tiempo puede convertirse en sólo una
parte de la verdad. O como
hoy, este trabajo, puede ser una parte insignificante de la verdad, y por
tanto, un punto de partida, para encontrar explicaciones que hasta ahora
no se han podido encontrar. Esa es la tarea del investigador, no descartar
ninguna teoría. Profundizar en ella hasta que se pruebe bajo el más
estricto análisis, si tiene o no consistencia. Pero, siempre existe la
posibilidad que en ese proceso de prueba, una pequeña parte conduzca al
resultado que puede producir la búsqueda del error del “centavo”
anteriormente mencionado, y dar lugar al descubrimiento de errores
mayores, antes no detectados, que se consideraban verdades absolutas. La
historia está llena de ellos. La mayor parte de los grandes inventos han
surgidos de la casualidad o de la simple observación, que dieron lugar a
teorías que después se convirtieron en realidad.
Cualquiera que sea el resultado, me queda la satisfacción que
produce el deber cumplido. El haber tratado de ser útil en la medida de
mi capacidad y entendimiento al progreso de la humanidad, para beneficio
del hombre. “Los hombres van en dos bandos, los que aman y construyen, los que odian y destruyen” dijo el ilustre profesor y pensador cubano Don Tomás de la Luz y Caballero. Yo definitivamente, soy de los primeros, “los que aman y construyen”, o al menos, de los que intentan construir.[4] |