Los Olmecas (10)
Contrariamente a todas las pirámides mexicanas, no parecer haber
servido de soporte a un santuario. Su cima no es plana, y no se ve ningún
rastro de un acceso a tal cima. Más que las pirámides de la época clásica
del centro o del país maya, evoca las yácatas de Michoacán y las
construcciones circulares de los huastecos, monumentos de una arquitectura
arcaica que edificaba mounds, túmulos de tierra acumulada. También se
puede mencionar, como comparación, la seudopirámide de Cuicuilco que es,
en suma, un cono trunco hecho de piedras y de tierra. No por ello es menos
cierto que la “pirámide” de La Venta es el
único monumento conocido, cuyos flancos están atravesados por
surcos o ranuras a intervalos regulares, que le dan la apariencia de un
cono volcánico. Esta analogía es bastante notable: La Venta se encuentra
a una centena de kilómetros de los volcanes de los Tuxtla y es en esas
montañas, en el cerro Cintepec, donde los Olmecas tallaron los bloques de
basalto que después esculpieron formando altares o cabezas colosales.
La laguna de Catemaco, en medio de la Sierra y el volcán de San
Martín Payapán, ocultaban importantes vestigios Olmecas. ¿Hemos de
pensar que las gentes de La Venta, descendiendo de aquellas montañas e
instalados sobre una isla baja en medio de tierras anfibias, quisieron
erigir una imitación, un ersatz de volcán?
Al norte de la pirámide, se construyó un vasto patio, el “patio
ceremonial” del complejo A; es un rectángulo de 40 metros por 50,
rodeado de un claustro formado por columnas prismáticas de basalto, cada
una de las cuales pesa entre 700 kilos y una tonelada. Está limitado al
norte por una plataforma quizás piramidal, en gradas (en mal estado de
conservación). Si se observa la disposición de los monumentos
(escultura, cabezas colosales), de las estelas y de la tumba, puede verse
que el sitio fue cuidadosamente planificado de tal manera que se escalona,
al norte y al sur de la “pirámide”, según un eje ligeramente
divergente (8 grados oeste) del verdadero norte. El complejo B, situado al
Sur de la “pirámide”, no ha sido completamente explorado, aunque se
hayan descubierto especialmente una cabeza colosal y varios altares; los
que han recibido los números 4 y 5 figuran entre las obras más notables
de la escultura Olmeca.
La zona situada al norte es mucho mejor conocida. Los Olmecas habían
ejecutado allí (¿alrededor del año 1000 a.C.?) inmensos trabajos de
desmonte. Uno de los rasgos más extraordinarios de esos trabajos es la
utilización de arcillas coloreadas -rosadas, rojas, amarillas- y de
arenas de distintos colores, por miles de toneladas, para construir
basamentos y distinguir los distintos niveles. Esta técnica, muy
original, fue puesta en acción particularmente cuando se trataba de
realizar las que nos parecen hoy “ofrendas masivas”.
¿Que es una “ofrenda masiva”? Es, ante todo, una enorme fosa
(en un caso, de 8 metros de profundidad, 17 metros de anchura, 20 de
longitud) excavada en el suelo esponjoso de la isla. Esta fosa después
era rellenada, al principio por más de 1000 toneladas de serpentina -esta
piedra semipreciosa que parece haber sido sumamente apreciada por los
Olmecas- en forma de losas yuxtapuestas, y después por arcillas de color.
Todo era recubierto de tierra y oculto definitivamente a las miradas de
los hombres. Se han descubierto tres de estas ofrendas. Todavía más
sorprendentes, aunque de una técnica análoga, son los tres mosaicos
enterrados que se han descubierto, uno de ellos al norte de la pirámide,
dos bajo las plataformas al sur del patio ceremonial. Cada uno de ellos
está formado de cuatrocientas ochenta y cinco bloques de serpentina, que
cubren una superficie de cerca de cinco metros por siete; el motivo
representado es la máscara estilizada de un felino, un jaguar, con la
cabeza coronada por cuatro ornamentos en forma de rombo. El color verdoso
de la serpentina se destaca vigorosamente sobre los colores de la arena y
de la arcilla amarillas que cubren los intersticios. Los mosaicos fueron
colocados en el fondo de un foso, bajo una capa de arcilla verde olivo y
de tierra. Todo nos lleva a creer que fueron enterrados inmediatamente
después de depositados en el lugar; transcurrieron cerca de tres mil años
antes que ojos humanos pudiesen contemplarlos. ¿Que significan esas sepulturas de piedras verdes, esas máscaras de jaguar enterradas?. La única hipótesis satisfactoria que se ha podido aventurar es que se trataba de ofrendas a una de las divinidades, acaso a los dioses de la tierra, protectores de la agricultura y señores de las subsistencias. El dios-jaguar es ciertamente una divinidad de la tierra. |